Cada vez es más temprana la edad a la que los adolescentes comienzan a cuidar su imagen y su piel. El acné por el aumento de la actividad de las glándulas sebáceas; la sudación y el mal olor corporal; el aumento de vello corporal; la aparición de estrías por cambios rápidos e intensos en el crecimiento y variaciones del peso corporal; la hiperhidrosis, constituyen motivos de consulta muy frecuentes en dermatología. Durante esta etapa, también es fundamental la prevención del cáncer de piel y el control anual de nevos, ya que la mayor parte de la radiación solar acumulada a lo largo de la vida se recibe antes de los 18 años.
El acné es la dermatosis por excelencia del adolescente, afectando al 80% de ellos, con un gran impacto psicológico y pudiendo dejar cicatrices antiestéticas. En general, con las diferentes modalidades de tratamiento se pretende: reducir y regular la hiperproducción de sebo, evitar la obstrucción del folículo pilosebáceo, mantener controlada la flora microbiana dérmica y evitar, en la medida de lo posible, que las lesiones deriven en cicatrices permanentes.
Es importante acudir con un profesional sanitario capacitado y con conocimiento de estos cambios, para dar una respuesta adecuada a las necesidades y consultas sobre la intervención en la piel que nos plantean tanto los adolescentes como sus padres.