La dermatitis atópica es una enfermedad crónica de la piel con gran afectación de la calidad de vida, que cursa en brotes y cuyo principal síntoma es el picor, tan intenso que para los pacientes es muy difícil evitar rascarse. Es probablemente el motivo de consulta al dermatólogo más frecuente de la infancia. Aparece en los primeros meses de vida, desapareciendo espontáneamente en algunos pacientes en la pubertad y persistiendo en otros durante toda la vida. Sin embargo, hay quienes presentan los primeros síntomas en la edad adulta.
More infoDermatitis atópica
El “terreno atópico” es un estado constitucional y hereditario en el que existe una gran sensibilidad cutánea y con frecuencia hiperreactividad broncopulmonar a diversos alérgenos cutáneos que pueden contactar con el niño por vía cutánea, digestiva o respiratoria.
Las manifestaciones clínicas son muy variadas. La dermatitis atópica se presenta con un patrón de eccema agudo, subagudo y crónico y la topografía de las lesiones varía de acuerdo con la edad del paciente. En los niños pequeños las lesiones se localizan principalmente en la cara o las áreas extensoras de extremidades (muslos, brazos). En los adultos, en los pliegues y áreas flexoras. Las lesiones que provoca pueden presentarse como manchas rojas con vesículas (fase aguda), manchas rojas con descamación (fase subaguda) o placas de piel engrosada y con los pliegues cutáneos marcados (fase crónica).
Son comunes otras características como xerosis (piel seca), dermatitis en manos o pies, palmas hiperlineares, queratosis pilaris (granitos ásperos persistentes en rostro, muslos o brazos), eccema del pezón, pitiriasis alba (lesiones blancas en extremidades o cara), doble pliegue en párpado inferior y oscurecimiento de la zona periocular.
Los pacientes con dermatitis atópica tienen también más riesgo de infecciones cutáneas como herpes, moluscos o sobreinfección bacteriana, entre otras
Los objetivos del tratamiento de la DA son la mejoría de los síntomas y signos clínicos, disminuyendo el prurito, la inflamación y restaurando la barrera cutánea, logrando de esta forma el control de la enfermedad evitando complicaciones y empujes. Dado que la DA es una enfermedad crónica que afecta la calidad de vida y funcionalidad, es importante la educación del paciente y su familia en cuanto a la enfermedad, comorbilidades y tratamiento. Existe consenso en las diferentes guías internacionales de tratamiento de la DA de un enfoque escalonado y progresivo en relación con la severidad y a la respuesta al tratamiento, ajustándose de acuerdo con la edad del paciente, la seguridad, la accesibilidad y la disponibilidad local de los tratamientos.
El mismo debe ser individualizado. Hasta la fecha, no existe ningún tratamiento definitivo: se trata de manejar la enfermedad adecuadamente en cada paciente y en cada momento. La mayoría responden a terapias tópicas, aunque un porcentaje de pacientes requerirán inmunomoduladores sistémicos o las recientemente introducidas nuevas terapias como dupilumab y upadacitinib.